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Crónica de mi experiencia misionera

Actualizado: 25 feb 2019




Por: Juliana Tobón Acevedo

 

El pasado tiempo de adviento lo viví con un sentido más intenso y armonioso, gracias a la misión que realizamos en Gilgal, Chocó. La preparación para la época de navidad trascendió lo superfluo de la alborada, los excesos, el consumismo, el carácter despectivo frente a las realidades tristes y austeras que más allá del alumbrado de Medellín se convierten en la “gaseosa” de cada día.


Un par de años atrás había tenido la oportunidad de visitar Santa Ana, una vereda del municipio de Condoto en Chocó, fue esta experiencia reveladora, desgarradora y fructífera la que me incitó a unirme de nuevo al grupo de Misiones de la Inspectoría Santa María Mazzarello, para llevar sonrisas a aquel lugar donde los ríos bañan las raíces de la tierra fértil que alimenta nuestra existencia.


Luego del proceso de preparación que nunca llega a ser suficiente frente a todos los retos con los que la misión recibe a quienes se aventuran a ésta y de la convivencia en Karmata Rúa-Cristianía con los indígenas Embera-Chamí en el mes de Octubre, estaba llena de energía para visitar el lugar que nos fuese asignado y compartir durante estos días de fraternidad, calor humano y gratitud con alguna de las comunidades donde las Salesianas se adentran para llevar un mensaje rebosante del amor que Jesús nos enseñó.

Así, el 13 de Diciembre en la noche nos embarcamos 9 horas en bus hasta Turbo, seguido de esto zarpamos en la panga cerca de 2 horas hasta la comunidad de Gilgal en el Urabá Chocoano. Atravesamos la majestuosidad del mar Caribe y los misterios del Atrato, una serpiente sin ojos pero con memoria. Antes de contarles cómo se desenvolvieron los días en Misión, con sus percances y su alimento para el alma, he de detenerme para narrar las bellezas de estos dos abuelos elementales del agua.

En la panga el viaje fue sereno, estaban tranquilas y poco agitadas las aguas del Río y del Mar. El Río Atrato está protegido por sendas verdes y lo cortejan aves paradisiacas desde la altura de su vuelo. En una de sus estaciones se encuentra Marriaga, una comunidad afro pesquera que te saluda con un: “A veinte ve, oie ve” para vender pescados frescos a quienes transitan el río. Las casas de madera con techos de lata colorean el Atrato con sus tintes de esperanza en que suceda algo que lleve brisa en las borrascas. La infinidad del rio que se vuelve mar es sublime; cada vez nos íbamos adentrando en el monte, el sol no llegaba tan fulminante, el aire era más puro y más respirable.

Al acercarnos al próximo puerto descendimos de la panga y recogimos las maletas empacadas en bolsas plásticas para protegerlas de las chispas fugaces del agua. Finalmente tomamos una jaula que durante 45 minutos recorrió las estepas del Cebú rodando sobre carreteras pedregosas, de repente saltábamos o sentíamos que nos salíamos del vehículo cuando frenaba sin aviso; pero los sobresaltos eran secundarios, solo importaba llegar a la comunidad donde fuimos destinados para celebrar la esperanza y el gozo de estar juntos.

El Padre Simplicio Cardona, Párroco de Gilgal, nos recibió con un sancocho de pollo de la región, podía verse en su rostro la alegría por nuestra visita, la cual tenía como objetivos avivar la navidad y fortalecer su trabajo con la comunidad.

Dentro del grupo de misioneras se encontraban las Hermanas Eblin Perea e Isabel Cristina Restrepo junto con otras tres chicas y yo, exalumnas de las obras educativas salesianas. Hubo un esquema planteado desde el inicio que permitió estructurar la semana de misión y optimizar sus resultados. Nos dividimos en dos grupos para encargarnos de la comida y de la organización de la casa de manera intercalada.

Cada día el despertador sonaba a las 5:45 a.m, el globo aún no había rotado para toparse con el sol, así que con linternas nos duchábamos con el agua del río Cutí almacenada en los tanques, luego nos hacíamos a la tarea de preparar el desayuno o limpiar la casa para encontrarnos a las 7:00 a.m a desayunar huevos, choco-listo y pan y así recargarnos de energía; ultimábamos detalles, lavábamos nuestra ropa y a las 9:00 a.m nos reuníamos de nuevo en la capilla para la oración matutina y nuestro alimento espiritual, que permitía que estuviéramos en equilibrio y dispuestas para entregarnos completamente al trabajo. De 10:00 a.m a 12:00 m tenía lugar la novena navideña con los niños, niñas y adolescentes, donde nos dividíamos en subgrupos según las edades. A la 1:00 p.m era el almuerzo, en el que comentábamos el desarrollo de los talleres y las anécdotas imprevistas. Las tardes siempre fueron variadas, ya que era la oportunidad para compartir con la cotidianidad de Gilgal, en la noche cenábamos juntos y nos disponíamos para la Eucaristía y la Novena.

Gilgal es una comunidad de Unguía en el Urabá Chocoano, es de difícil acceso ya que el medio para llegar es a través del mar Caribe y el rio Atrato. Tal vez es por este motivo de lejanía de los núcleos urbanos que aún no está registrada en el mapa y tampoco se encuentra mucha información acerca de su historia y condiciones socio-económicas. Ha sido víctima del conflicto armado y de grupos insurgentes como los paramilitares y las guerrillas. Por su ligera conexión con el Atrato, se convirtió en vía codiciada para el tráfico ilegal de narcóticos. La presencia del Estado o la fuerza pública es reducida o nula, el servicio de energía funciona entre las 15:00 y las 23:00, no hay fuentes de agua potable por lo que se emplea el agua directa del río Cutí o con tratamientos artesanales para las labores del hogar, el trabajo e incluso el consumo humano.


En navidad había alumbrado festivo en el parque, donde se encuentra una cancha de fútbol en tierra, en la que hay partidos continuamente. Hay una escuela, varias tiendas de víveres, una farmacia y una panadería. Es común encontrar gallinas y pollos alrededor, también hay ganado Cebú, cerdos y si nos adentramos en el corazón del monte, más cerca del Cutí y del resguardo indígena Embera-Katío, puede observarse gran diversidad de fauna y flora, como los árboles de Caracolí, los caimanes, caballos salvajes, jabalís, y según Duvier, uno de los jóvenes que participó de las novenas, también habitan los tigres porque se han encontrado algunas huellas.

Las casas son humildes, por lo general en cada familia tienen muchos niños, es común encontrar televisores encendidos en la tarde aprovechando que llega la energía, tienen sus jardines con pollos y plantaciones, así como racimos de arroz secando para el consumo diario, lo cual me llamó la atención, ya que además de no haber visto antes el arroz en su forma natural, es una práctica con conciencia ambiental, reflejo de la urgencia que tenemos de volver a trabajar la tierra. Nos encontramos también con enfermedades complejas de tratar, en especial por la ubicación de Gilgal y la no presencia médica en la zona. También encontramos confusiones religiosas, en vista de la presencia de dos religiones, (católica y protestante) que allí han desarrollado disidencias y enemistades. Por este motivo, para nosotros era importante no caer en el proselitismo ya que íbamos como personas que respetan la dignidad humana y están dispuestas a escuchar, invitar y transmitir amor.


El 16, nos encargamos de organizar los costales donde iban los regalos, la comida y la ropa. El lunes 17 realizamos las visitas a los hogares de las familias. Así pudimos conocer más de cerca sus realidades y compartir con ellos un mensaje de paz y esperanza. El martes 18 de diciembre tuvo lugar el Bazar, que alegra enormemente a las mamás que llegan corriendo a buscar lo mejor para sus pequeños. Fue extenuante pero gratificante ver que muchas personas se iban felices luego de hacer sus adquisiciones navideñas. Algunas sólo se llevaban una prenda porque no les alcanzaba para más. Esas familias fueron identificadas por nosotros para luego hacerles un regalo y compartir con ellas un mercado. Lo anterior no solo se debe a la pobreza de la localidad sino concretamente a la escasez monetaria, ya que el dinero no se mueve mucho. Incluso Sor Eblin nos contaba de una señora que al pagarle la ropa del bazar le propuso que si no le alcanzaba el dinero hicieran un trueque y ella nos obsequiaba bocachico, pescado típico de la región. De modo que el sistema del trueque aún tiene gran cabida en estas zonas fluviales.


Este día fue muy exitoso, y la comunidad fue bastante ordenada a la hora elegir sus productos. Al final del día estábamos cansadas pero con energía para sonreír por la sensación de gratitud con aquellos que hicieron las donaciones y de alegría por todas las familias que disfrutaron del Bazar. Esto nos lleva a pensar cómo la ropa se ha convertido en las urbes en un producto de desecho, por nuestro consumismo exorbitante que nos hace ciegos a las realidades del mundo; el hecho de que las necesidades básicas como tener abrigo para el frio no puedan ser cubiertas porque simplemente no hay, es común en muchas periferias. Ser consciente de ello nos hace estar agradecidos por cuanto tenemos, por la tierra que nos da la materia prima, por las manos que la cultivan, por los productores textiles y por el hecho de poder adquirir las prendas que llevamos.


El miércoles 19 de Diciembre retomamos las novenas con los niños. En el trabajo con los pequeños integramos a las jóvenes, que fueron de gran ayuda, ya que debíamos dividirnos en mil y un trocito para ayudar a las niñas y niños. Las mamás también estuvieron muy pendientes y esto permitió que a la hora de colorear, pintar, y hacer manualidades, todo saliera muy bien.


El padre Simplicio había ido días antes al resguardo indígena a pedirle permiso a la Gobernadora del mismo para que las misioneras estuvieran compartiendo con los niños y jóvenes, además de jugar un partido de fútbol. Así que emprendimos nuestro camino hasta el resguardo de los Embera-katío, atravesando el rio Cutí, acompañadas por los y las jóvenes de Gilgal; todos quemamos muchas calorías y disfrutamos demasiado el partido amistoso con la comunidad. Las casas de los Katío, a diferencia de las de los demás habitantes de Gilgal, son caseríos algunos metros por encima del suelo, como prevención a las inundaciones con escaleras de troncos de árboles con cortes en “V” para apoyarse, poco convencionales para nosotros y que de nuevo denotan una conciencia y conexión con la Pacha Mama; duermen en hamacas bajo el techo de madera o en heno.

Al final de la visita nuevamente repartimos regalos a los más pequeños y tomamos fotos de registro para agradecer a todos aquellos que hicieron sus aportes filantrópicos.

El jueves 20 de Diciembre compartimos la tarde con el grupo de jóvenes que participan de las novenas de navidad. Preparamos una actividad de reflexión y meditación la cual estuvo muy enriquecedora para ellos y los motivaba a ponerse el chip de sus sueños y propósitos para el 2019. Nos reunimos en el templo, donde cada uno debía escribir palabras de agradecimiento por las bendiciones en el 2018 y sus sueños para el 2019, además de los retos que se propondrían. Luego de esto depositamos los papelitos en una cápsula de plástico, la cual por tener un proceso lento de descomposición sería enterrada en el jardín para abrirla la próxima navidad con las misioneras que visiten la comunidad.

Fue una actividad emocionante que nos animó como jóvenes para el paseo de olla que hicimos atravesando el río Cutí, hasta llegar a Caracolí. Allí prendimos una fogata a orillas del río y preparamos un arroz con leche y queso costeño que estaba delicioso. Nos tomamos fotos, los chicos bailaron hasta salsa, se cubrieron con arena y nos percatamos de dejar la playita libre de desechos plásticos, agradeciéndole a Dios y al río por esta tarde tan bonita que pudimos compartir. Los jóvenes son serviciales, echados pa’ delante y sus ojos dejan ver los deseos por salir a conocer el mundo y alcanzar sus proyectos.

De regreso nos empantanamos un poco y nos reconectamos con el silencio del monte, el abuelo río cantaba con las piedras y los árboles danzaban al compás de la brisa. María, una de las jóvenes me dijo: “Que triste que hayan cortado tantos árboles, porque el río se entra más fácil”. Y eso me dejo muy pensativa, porque nosotros somos también deforestadores indirectos con nuestros hábitos de consumo.

Conocimos mucho de ellos ya que de manera muy abierta nos contaban sus sueños, nos hacían bromas y se divertían cuando las misioneras estábamos todas empantanadas al pasar un charquito haciendo equilibrio en un puente de árbol.

Cada día en la Eucaristía realizamos una obra con los jóvenes representando mimos y personajes de teatro (nos pintamos con polvo para bebes y vaselina). La danza y el encender velas por cada familia en la Eucaristía eran para dinamizar un poco la explicación del evangelio y en especial porque se está realizando aún un primer anuncio con la comunidad.

El viernes 21 de Diciembre realizamos la entrega de los regalos, los niños estuvieron muy contentos porque había llegado el niño Jesús. Debimos ser muy organizadas con la entrega, ya que son muchos niños y es importante que todos reciban su detalle.

Luego del almuerzo nos fuimos en moto por las vías de Gilgal a Santa María La Antigua del Darién, la cual si aparece en el mapa, ya que históricamente fue donde llegó la Iglesia Católica a América. Allí acompañamos la novena con la comunidad y llevamos regalos para los más pequeños. De regreso en la Jaula del primer día disfrutamos del atardecer y el viento que corre por las sabanas donde pastan los Cebús.

Al final de la experiencia misionera nos preparamos para la última novena con los niños en horas de la mañana. Para culminar con broche de oro preparamos con ellos una marcha por la paz por el centro de Gilgal. Los niños tenían banderitas blancas y globos y los mayores se encargaron de decorar la pancarta de la marcha. Percibimos que la comunidad se impactaba y disfrutaba de ésta, incluso una mamá nos grabó mientras ellos decían consignas como: “La paz comienza por una sonrisa” de la Madre Teresa de Calcuta o “…la paz es el camino” de Gandhi.

En la noche dejamos todo listo y estuvimos en el Bingo preparado por el padre Simplicio, donde también nos enseñaron a bailar. Nos despedimos con un poco de tristeza de todos los que nos acompañaron, las jóvenes, los niños, las mamás indígenas como Adrianita y Luzmiri que estuvieron muy pendientes de sus pequeños y cruzaban el rio Cutí a las 19:00 para poder acompañarnos en la novena. Además nos regalaron Jagua, una tinta que extraen de la planta Genipa americana, sobre todo las comunidades Embera, para el cuidado del pelo, protegerse de los mosquitos entre otros beneficios.

Al día siguiente, el Padre encendió la planta de energía a las 4:00 a.m para poder organizarnos, tomarnos un cafecito con galletas y luego embarcamos en la jaula hasta el puerto a la 5:00 a.m La luna estaba hermosa, la noche anterior había estado llena y aún lograba iluminar todas las estepas. Me sentía hipnotizada por su belleza tan sublime y es la última fotografía mental que me llevo de Gilgal, una tierra en las venas del Atrato y bañada por el Cutí, donde se conservan tradiciones ancestrales y una partecita de mi corazón.

En misión uno se alimenta continuamente del contexto: las sonrisas de los niños y los abuelitos, los abrazos, las caras tristes, la euforia en las dinámicas de animación, el enseñar a coger los colores , el ver esas obras llenas de futuro pintadas por los chicuelos, algunas expresiones que te animan a seguir como: “Gracias Misio” y aquellas que te parten el alma como un: “Tengo mucha hambre”, porque sabes que te vas y ellos quedan y que a pesar de las riquezas que tienen, de su humildad, de lo fértil de la tierra, del aire puro y el cielo estrellado que el CO2 en Medellín nos difumina, sabes también que muchos de ellos serán víctimas de la guerra, del narcotráfico, de las violaciones, del no acceso a la educación de calidad, del no acceso al servicio de salud y aunque esto suena trágico no se puede maquillar con palabras suaves porque son realidades muy crudas, sin embargo, te das cuenta de tu infinita pobreza, en la resignación, la sencillez, la independencia de la hiperinformación y el consumismo y de tus riquezas, como la universidad, la luz a las seis de la mañana, el agua potable, el metro como medio de transporte masivo, la educación sexual y los derechos humanos. Y es eso lo que te inyecta el deseo de continuar, de no rendirte porque está muy lejos, o porque hace mucho calor, de seguir con la vocación misionera, que es alimento para el alma.

Agradecimientos a la Inspectoría Madre María Mazzarello, a su grupo de misiones y a las hermanas misioneras.

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