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SOR MARÍA ELISA ARANZAZU DUQUE

Actualizado: 13 dic 2018


Mensajes de condolencias:

Sor Marleny y Hermanas de la Provincia Madre Mazzarello:


He recibido la comunicación de la muerte de Sor Elisa, les doy mi pésame pero me siento contenta porque es una salesiana mas que está gozando de la presencia del Padre.


Que ella interceda por cada una de las FMA de la Provincia y los miembros de la Familia Salesiana para que seamos fieles a nuestra vocación Salesiana y así mas adelante podamos como ella llegar a gozar del Cielo donde nos encontraremos con  Jesús que es el centro de nuestra vida, con La Auxiliadora en quien siempre hemos confiado, con Don Bosco y Madre Mazzarello a quienes tanto hemos querido.

Reciban mi abrazo de hermana,

María Victoria Bernal.

SC.


Querida sor Ligia, 

Cuanto siento la muerte de sor Elisa, la cuerdo con mucho cariño, como una hermana muy fraterna, sacrificada, humilde, toda del Señor.

Me uno a la Inspectoria con la oración, este año son muchas las que non han precedido en el cielo, ella nos ayuden en este camino.

Muchos saludos a las hermanas. 

Sor Margarita Garrote



Grazie della comunicazione. Preghiamo con voi per la cara sr, M. Elisa e l'affidiamo al Signore e a Maria, domnai è la festa della Madonna di Loreto.

IN forte comunione saluto te e la cara Ispettrice.

Sor Piera

Nació en Sonsón (Antioquia) el 12 de octubre de 1942

Hija de Julio Aranzazu y Elena Duque

Profesó el 05 de agosto de 1963 en Los Alpes- Medellín

Murió en Medellín el sábado 08 de diciembre de 2018, a las 9.10 am.

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, Se alegra mi Espíritu en Dios, mi Salvador,

Porque ha mirado la humildad de su esclava”

(Lucas 1, 46-48)


Este hermoso y privilegiado día de la fiesta de La Inmaculada Concepción, eligió Dios para llamar a su Reino a la querida Sor Elisa. Y es que también, como María, ella pudo hacer la síntesis de su vida proclamando la grandeza del Señor porque miró la humildad de su sierva. Sor Elisa, persona humilde de corazón y de estirpe, supo poner a disposición de todos el hermoso regalo que el Creador le dio: la sencillez de todo su ser, que no permitía doblez, ni segundas intenciones. Era como era, con la encantadora nitidez de un niño. María, la Madre, que se complació siempre en su hija, vino a recogerla para celebrar con ella en el paraíso, la gran fiesta de su Inmaculada Concepción. Nos duele la partida de Sor Elisa, pero el corazón salta de gozo con este privilegio que pocos tienen porque “Dios se recrea en la humildad de su sierva”

Sus padres: Don Julio y doña Elena, recibieron del Señor el gran regalo de 16 hijos: 8 hombres y 8 mujeres, que con alegría y aquella sabiduría que viene de lo Alto, supieron formar en el amor de Dios y bajo la mirada materna de María, de lo cual siempre dio testimonio sor Elisa, quien se sentía realizada y rodeada de tanto cariño cuando hablaba de su familia. Se expresaba con veneración de sus padres y hermanos. Decía con su natural gracejo: “Soy campesina, nací y viví en el campo, por eso sé muy bien qué es la felicidad. Los campesinos somos felices, no conocemos los malos pensamientos, en la ciudad es donde nos dañamos.” Cuando los visitaba, regresaba renovada, con olor a campo que se convertía en el más delicioso aroma de fraternidad, del gozo del reencuentro con sus hermanas de comunidad. Todo era fiesta porque llegaba cargada de entusiasmo y mil detalles para cada una, que enviaban sus padres y sus hermanos.

Sor Elisa poseía una inclinación natural a la oración. Pasaba largos ratos al pie del Santísimo, en profunda actitud de adoración y desgranando las cuentas del Rosario dando gracias a María por ser la Madre y Auxiliadora en su vida. Tenía muy buena capacidad de relación que aprovechaba para hacer el bien. Por donde pasaba dejaba huella de bondad y de cercanía. Su sencillez y transparencia era el punto de atracción que encantaba a Profesionales, como a simples personas de pueblo. Para todos tenía una palabra de apoyo, un saludo cariñoso, una ayuda oportuna. Hay testimonios de este gran don de gentes que tenía Sor Elisa. Basta recordar el seguimiento y apoyo con increíbles detalles, de los médicos de la sede Oncológica de la Clínica de las Américas durante los muchos años de su delicada enfermedad que requería especiales cuidados.

Los pobres ocuparon un lugar privilegiado en su corazón. Siempre dispuesta a ayudarlos, a acogerlos con cariño, a dedicarles tiempo y trabajo cuando así lo requerían. Con sacrificio y generosidad superaba cualquier dificultad para dar el primer paso en favor de los más necesitados.

Toda su vida fue una trabajadora incansable, Realizaba su tarea en la cocina y oficios varios con entrega y mucho amor. Le encantaba dar gusto a las hermanas, atenderlas con cariño y fraternidad. Muy atenta, generosa y detallista con todos.

Realizó los estudios de primaria en Sonsón, su pueblo natal, y tres años de Formación Profesional en la Casa Taller María Auxiliadora, de Medellín, que la habilitaron para múltiples servicios.

Se desempeñó como Ecónoma por dos años en la Normal de Señoritas de Copacabana y por un año en el Colegio María Auxiliadora de la Ceja. Su generosidad, espíritu de sacrificio y dedicación al trabajo le facilitaron el buen desempeño en tantos oficios que realizó en cada una de las comunidades por donde pasó.

Las hermanas que vivieron con ella, admiran su capacidad de trabajo, su piedad sencilla y profunda. Destacan el espíritu fraterno con que realizaba sus tareas. Siempre atenta a las necesidades de los demás, a servir con entrega silenciosa sin esperar nada a cambio. Resaltan su espíritu de sacrificio y sencillez, su capacidad de llegar oportunamente allí, donde la necesitaban, la facilidad para establecer relaciones transparentes con todas las personas y su intuición para llegar a tiempo con un consejo, con una sonrisa, con un simple saludo. Sincera, recta, no se le conoció doblez. Sabía desdramatizar los momentos difíciles con sus jocosas y particulares expresiones. Los pobres fueron siempre su gran atracción y el poder ayudarles su mayor alegría y realización. Fue una persona muy querida por todas las hermanas.

Amaba entrañablemente a su familia y vivía orgullosa de ella. Estaba pendiente de sus necesidades, pero tenía muy claro que la única ayuda que podía ofrecerles era la oración, el consejo y, sobre todo, una gratitud sin límites. Se preocupaba por todos con prudencia y equilibrio.

Con las Superioras siempre fue respetuosa, fraterna. Decía en su gran sencillez: “Nunca he tenido problemas con las Superioras porque siempre he sido muy obediente”

Querida Sor Elisa, te vimos sufrir con valentía y fe perseverante una cruel enfermedad que por muchos años minó tu preciosa existencia, pero por tu fortaleza de espíritu, tu férrea voluntad para manejar el mal y no dejarte manejar por él, por la conciencia de que Dios podía más en ti y de que todos te necesitábamos, te convertiste para nosotros en una lección de amor, de vocación al servicio y de aceptación plena de la voluntad de Dios. Gracias por tanto testimonio.

Hoy, entras al paraíso a formar parte del coro de ángeles que glorifican la pureza de María. Ella te ha elegido para esta fiesta. Continúa glorificando eternamente a Dios porque ha mirado la humildad de su sierva.

Intercede por nosotras para que seamos fieles hasta el final como tú. Pide muchas y santas vocaciones para la Iglesia y para el Instituto.

La Inspectora: Sor Marleny Patiño Osorio

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