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Un servicio en el corazón de la Iglesia.

Actualizado: 30 ene 2019



Por: Comunicación CMM

Corrección de estilo: Laura María Marín Escudero.

 

Sor Maria Eugenia Arenas partió de nuestra Inspectoría hacia Roma en septiembre de 2016, a petición de la Madre general, después de seis años como Maestra de novicias en nuestra Inspectoría . En Sintonía se contactó con ella quien gustosamente aceptó una entrevista para el Boletín en donde nos cuenta un poco de su experiencia laboral en el Vaticano, parte de su desempeño y vida en la ciudad del Vaticano.


E.S: ¿En qué consiste el trabajo realizas?

S.M.E: Presto mis servicios en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en el Vaticano, allí trabajo en la sección del protocolo, es decir, en la oficina donde se reciben los documentos que llegan de las diversas congregaciones religiosas femeninas, masculinas, contemplativos, contemplativas, los institutos seculares, etc.

Después de recibir los documentos se le da un número que corresponde al objeto de estudio y luego se pasa a la sección competente, que será la que estudiará el caso y le dará respuesta si es oportuno.



E.S: ¿En cuál comunidad vives y como describes tu experiencia en la Comunidad?

S.M.E: Vivo en la comunidad de la casa General. La experiencia que se hace en esta comunidad es de una riqueza grandísima, desde la composición variada de la comunidad, por la diversidad de culturas, de generaciones, de tipo de servicio en el Instituto; esto me ha ayudado a abrir cada vez más los horizontes, a comprender a cada persona desde su individualidad y su riqueza, sobre todo ha acrecentado en mi la certeza de que el Señor es quien nos llama, nos consagra y nos reúne y que sólo en la medida que Él se constituye el centro de nuestra vida podemos vivir felices nuestra consagración y misión. Además es una experiencia de Instituto, allí podemos seguir de cerca lo que realiza la Madre y el Consejo General, lo cual ayuda a crecer en sentido de pertenencia, corresponsabilidad y amor al Instituto.


E.S: ¿Cómo es un día de trabajo en el Vaticano?

S.M.E: Fundamentalmente es trabajo de oficina, durante la semana inicio a las 8:30 a.m y el sábado a las 8:00 a.m , algunos días trabajo hasta la 1:30 p.m , otros hasta las 7:00 p.m; en la sección donde estoy trabajo con otras dos hermanas, en la semana hay tres días de atención al público, para recibir la documentación y ofrecer posibles aclaraciones en los procedimientos. La mayor parte del tiempo la paso en medio de papeles, lectura ágil para comprender la petición y así poder clasificarla de acuerdo al argumento, luego se pasa al jefe de la sección que corresponde, y allí se distribuye por idioma o por temática. Algunas veces también hago traducciones de documentos al español.


También he tenido la posibilidad de participar en algunos congresos con diferentes temáticas, por ejemplo, sobre la economía y gestión de los bienes, sobre la función de los vicarios episcopales y delegados de los religiosos en las diócesis, sobre la pastoral vocacional, sobre los Institutos seculares, sobre la consagración y los consejos evangélicos. Cuando se preparan estos congresos he colaborado sobre todo en la parte logística, en algunas traducciones al español de algunos textos y alguna vez en la preparación de la liturgia.


En general el clima de trabajo es agradable, compartimos con sencillez con el Cardenal Joao Braz de Aviz, Prefecto y Monseñor José Rodríguez Carballo, Secretario; vivimos dos momentos de retiro espiritual, el primero en cuaresma y el segundo en adviento, también hemos realizado paseo como Dicasterio, los martes y los jueves se tiene la posibilidad de la Eucaristía en la tarde, para quien quiera participar. Estos espacios nos ayudan a conocernos y fortalecer lazos de fraternidad y comunión


E.S: ¿Qué es lo que más valoras de la experiencia de vivir en Roma?

S.M.E: Esta experiencia la puedo valorar desde dos aspectos:

1. En el trabajo, he aprendido mucho, ya que es un ámbito muy diferente, pero esto me hace descubrir la riqueza de la iglesia y de los carismas que todavía hoy el Espíritu Santo suscita. También me compromete a darle una dimensión de ofrecimiento por la vida consagrada y por la fidelidad de todos los que un día dijimos al Señor con tanto entusiasmo.


Valoro la posibilidad de la formación en los diferentes congresos. Además estar en el corazón de la Iglesia, ver los miércoles tanta gente que va a la Audiencia General con el Papa, no hay nada que los detenga, ni el frío, ni el calor, ni la lluvia, ni el fuerte sol, percibo una fe muy grande y un deseo grande de estar en comunión con el Papa y la Iglesia. El Miércoles de Audiencia, muy temprano la gente empieza a hacer fila para entrar en la plaza de san Pedro y esperar hasta las 10:00 a.m, que empieza la Audiencia con el Papa.


2. En la comunidad de la Casa General, la casa de la Madre, crecer en sentido de pertenencia, ver el rostro del Instituto tan variado, aquí se acogen hermanas de muchos lugares del mundo, ya sea porque participan en algún curso, aprenden el idioma o están de paso por diversas circunstancias, valoro además la vida de familia que se crea, la participación sencilla de las hermanas en las diferentes actividades, fiestas, oración, salidas comunitarias, trabajo común. Todo esto me enseña que es posible vivir la santidad del cotidiano en la sencillez y que se puede ser un solo corazón y un alma sola porque nuestra vida esta fundamentada en la fuerza de la fe.


Me siento feliz de servir al Señor donde me llama y esta obediencia la vivo con la certeza de que es Dios quien pide, pero a la vez da los medios para realizar lo que pide con serenidad y alegría.


A las hermanas de la Inspectoría les envío mi saludo lleno de afecto y gratitud por todo lo que he recibido y les aseguro mi oración y el ofrecimiento de los pequeños sacrificios cotidianos, las recuerdo siempre con mucho cariño y les deseo un año de crecimiento en fraternidad, caridad y santidad del cotidiano, como nos ha dicho el Papa Francisco: “Sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos, e incluso los mejores proyectos corren el riesgo de convertirse en estructuras sin espíritu... La experiencia de la familia nos lo enseña: siendo hermanos y hermanas, somos distintos unos de otros, y no siempre estamos de acuerdo, pero hay un vínculo indisoluble que nos une, y el amor de los padres nos ayuda a querernos. Lo mismo vale para la familia humana, pero aquí Dios es el “Padre”, el fundamento y la fuerza de nuestra fraternidad” (Angelus 25.12.2018). Me confío a sus oraciones y un Feliz Año lleno de paz, serenidad y alegría.





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